La intimidad o privacidad no posee fronteras definidas y tiene diferentes significados para cada persona. Es responsabilidad
de un individuo o grupo mantener sus vidas y actos personales fuera de la vista del público, o de controlar el flujo de
información sobre sí mismos.
La privacidad puede ser definida como el ámbito de la vida personal de un individuo que se desarrolla en un espacio reservado y debe mantenerse confidencial. Según el Diccionario de la Real Academia Española, privacidad se define como
“ámbito de la vida privada que se tiene derecho a proteger de cualquier intromisión” e intimidad se define como “zona espiritual íntima y reservada de una persona o de un grupo, especialmente de una familia” (Real Academia Española, 2012).
Para comenzar, es fundamental hacer una distinción entre lo que se considera espacio público y espacio privado. Dominique Wolton (2006) define espacio público como el espacio intermedio entre la sociedad civil y el Estado, como un espacio simbólico donde se expresan e intercambian las opiniones contradictorias de los individuos y los grupos. El mismo
constituye el vínculo que une a los ciudadanos. Por otro lado, se considera el espacio privado a aquel sobre el cual ejercen
dominio, mediante su propiedad, un grupo o persona determinada.
Es el espacio puramente individual, que proporciona la intimidad y cuyo acceso es prohibido o limitado.
Si bien la diferencia entre ambos términos parece abismal, el límite que los separa es muy fino, y generalmente, muy difícil
de reconocer. Como afirma De Kerckhove (1999), la distinción entre la pública y la privada es clara, pero hoy en día, debido
a los avances en la tecnología de la comunicación, la misma se está desdibujando. Dicha dificultad de reconocer el límite
entre las dos concepciones, se incrementa notablemente con la expansión de la Informática y el desarrollo de la Sociedad
de la Información y de las Telecomunicaciones, desencadenando nuevas amenazas para la privacidad que han de ser
afrontadas desde diversos puntos de vista: social, cultural, legal, tecnológico, etc.
Como para situar esta problemática de la pérdida de la privacidad dentro de una línea temporal, se puede decir que sus
comienzos se dan en lo que McLuhan llama la era electrónica.
Desde el momento en que las personas comienzan a formar parte de esta Aldea Global, sus vidas privadas se ponen en
riesgo. Con mayor precisión, los comienzos de la pérdida masiva de la privacidad se dieron con la aparición de Internet,
esta “red informática mundial, descentralizada, formada por la conexión directa entre computadoras u ordenadores
mediante un protocolo especial de comunicación” (Real Academia Española, 1990) y los inicios de la homogeneización
de consumos culturales que trajo consigo la mundialización sociocultural, según Wolton (2006).
La incorporación de Internet a la vida social ofreció innumerables aspectos positivos relativos a la comunicación, tanto
que, por ejemplo, no es necesaria la presencia física en el mismo espacio de dos interlocutores, puesto que a través
de Internet puede fluir efectivamente la comunicación. Así como plantean Shannon y Weaver (1992) creando un modelo de comunicación basado pura y exclusivamente en la comunicación a distancia, las telecomunicaciones, donde describen
al emisor y al receptor como aparatos, instancias técnicas, a través de las cuales el mensaje llega al interlocutor.
Internet es un medio muy particular y difícil de ubicar en un único ámbito, según la clasificación que realiza Moragas Spá
(1985). Si bien la disponibilidad con la que cuenta Internet forma parte del ámbito megacomunicativo, ya que el alcance
es de nivel global, su acceso se limita al ámbito microcomunicativo, teniendo en cuenta que la decisión de participar en
dicho medio es individual.
Un aspecto importante de Internet es que nadie puede poseerla ni es posible controlarla, factor que influye mucho en
el grado de apertura y valor de Internet pero también deja muchos puntos a juicio del propio usuario, tanto por los emisores
como para los receptores de información. La privacidad en Internet dependerá del tipo de actividad que se realice. Las
actividades que se pueden suponer privadas en realidad no lo son, ya que no existe ninguna actividad en línea que garantice la absoluta privacidad.
Toda persona tiene derecho a la privacidad y cuando ésta accede a Internet su necesidad de privacidad no desaparece.
La privacidad no es sólo confidencialidad, sino que también incluye el anonimato. Lo que se lee, las páginas que se visitan,
las cosas que se compran y la gente a la que se habla representan información que a la mayoría de las personas no les gusta dar a conocer. Si las personas se ven obligadas a exponer información que normalmente desean ocultar por el
hecho de conectarse a Internet, probablemente rechazarán todas las actividades relacionadas con la red.
Internet ha demostrado ser una herramienta extremadamente útil y su extensión ha supuesto una verdadera revolución global, alterando drásticamente el modo de comunicación. Una información pública en Internet está disponible para todo aquel que llegue a ella, desde cualquier parte del mundo, y en sólo unos minutos un mensaje puede llegar a miles de personas.
Es fácil advertir las ventajas que esto supone pero Internet es un arma de doble filo, por lo que se debe actuar con precaución para no sufrir las consecuencias negativas de un uso inadecuado de la red. La privacidad puede ser sacrificada en forma voluntaria, normalmente a cambio de beneficios percibidos, pero a menudo con un beneficio mínimo y con pérdidas y riesgos específicos. Dichos riesgos, relacionados estrechamente con la distinción entre lo público y lo privado, se incrementan notablemente dentro del mundo de las redes sociales.
Una de las redes sociales más utilizadas mundialmente es Facebook, junto con Twitter. Sin embargo, la primera es la red
social que más años tiene en funcionamiento, aunque no deja de ser una herramienta medianamente nueva con millones de
usuarios conectados entre sí, que tienen intención de comunicarse entre amigos, subir enlaces, fotos y videos.
Intentar comunicar un secreto en un entorno con millones de testigos potenciales como sucede en Facebook, es casi
imposible, y la probabilidad de que alguien ajeno sea partícipe o testigo, de una conversación entre dos interlocutores se
incrementa. Una característica principal de las redes sociales en general, es la cantidad de participantes indirectos existentes, como los llama Hymes en su modelo Speaking. Dado que esta red social es verdaderamente global, ningún secreto de valor debería ser comunicado a través de ella.